miércoles, 6 de junio de 2012

La frustración

Delicados momentos aquellos en los que tu fe se derrumba y una pizca de odio recorre tu estómago. No, no es odio. ¿Por qué has dicho odio? Ah, claro, porque viene después. El odio llega cuando la impotencia no consigue saciar tu espíritu.

“Patada en la entrepierna” ¡En los huevos, coño! ¡Di los huevos! ¿Siempre tienes que ser tan precavido? ¡Por eso no te respetan, imbécil! ¿Cuanto tiempo llevas en esta empresa, eh, gilipollas? Vaya... 10 años ya. Oh... de acuerdo... entraste como becario. Te gusta recordarlo: “Hasta la tinta tenía más rango que yo”. Y todos se reían con tu chiste. Te encantaba ver como a Fermín se le caían trozos de atún de la boca porque no podía contener esa risa de pederasta consagrado. Eras infalible. ¿Y ahora qué, imbécil? Sigues contando el mismo puto chiste y haciendo el turno de mañana los lunes, miércoles y viernes, y el turno de tarde los martes y los jueves. Ahora trabajas más, pero te pagan, ya no eres becario. Te sientes orgulloso. ¿De qué cojones te enorgulleces, imbécil? Tienes que coger el metro y hacer dos transbordos para llegar a la hora señalada. No puedes coger el coche porque tu mujer se lo lleva cada mañana a Terrassa. El coche que tú te compraste antes de conocerla, el coche que te compraste con tu gran sueldo de impresor, o imprimidor, o como coño se llame tu mierda de trabajo. El coche que te compraste para tener un sitio donde follar los sábados. Ese mismo coche ahora se lo lleva tu mujer al trabajo, en Terrassa. “¿Y quién lleva los niños al cole?”, te preguntas. Pues la abuela, menos los martes y los jueves, que ese día tienes turno de tarde, gilipollas.

Pero tú tranquilo. Sigue con tus principios irrevocables. No pierdas la calma. Aunque cada mañana te mojes el pie izquierdo con el agua del perro porque tu mujer dice que no enciendas la luz, que la desvelas. Aunque nunca hayas querido un perro, pero debes ser tú el que lo saque a mear por las mañanas. Aunque pongas a imprimir 200 hojas a color y debas volver a hacerlo porque las hojas están manchadas de aceite por culpa del bocadillo de atún de Fermín. Aunque te desgastes por realizar tu trabajo a la perfección porque así sientes que te lo debes, a ti y al cliente, y aún así nadie en esta mierda de tienda te lo reconozca. Aunque sientas que estás malgastando tu triste vida... No pierdas la calma. NUNCA. No liberes el odio que crece en ti, día tras día.